EN PRESENCIA DE MIS ANGUSTIADORES
LA Ley del Desierto
Ha perdurado durante siglos. Los primeros códigos se iniciaron con los 10 Mandamientos dados a Moisés en el Monte Sinaí y esto sirvió al pueblo de Israel para ordenar su vida política, económica y social.
La tarea de los pastores es tan antigua como la misma especie humana. La Palabra de Dios relata que Abel fue pastor de ovejas, al igual que Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y Job. Precisamente la economía del pueblo de Dios se ha basado en las ovejas; además de ser agricultores.
Los “Beduinos” pueblos nómadas precedentes de Arabia, éstos a través de los años, se establecieron en el desierto en donde necesitaron hacer leyes más elaboradas y más concretas para solucionar diversos conflictos entre las tribus.
A continuación veremos las costumbres y tradiciones de los habitantes del desierto.
PREPARAS MESA DELANTE DE MÍ
En el Antiguo Testamento, la mesa primitiva semítica del desierto estaba hecha de piel de cuero de animal y era como una especie de alfombra extendida sobre el suelo. En los salmos, David describió la mesa baja en esta forma: “Sea su mesa delante de ellos por lazo, y lo que es para bien por tropiezo”. Salmo 69:22. Él se refería a que sus pies serían enlazados delante de ellos, por la manera en que se extendía la mesa en el suelo.
En los tiempos bíblicos, la posición más común que asumía la gente para comer sus alimentos dentro de sus tiendas, solía ser el colocarse como si fueran a arrodillarse en el suelo, las piernas dobladas bajo el cuerpo o hacia atrás, en derredor de la mesa.
Para las familias pobres la mesa era baja, pero la gente rica o la realeza la usaban alta, con sillas o bancos pequeños a su alrededor.
La Tribu de los Beduinos
El término “Beduino” significa específicamente “habitante del desierto”. Ellos son pueblos nómadas procedentes de Arabia, son comunidades que han poblado extensas regiones de los desiertos.
La principal economía de los Beduinos se fundamenta en la cría de ganado, por lo cual están en constante movimiento en busca de agua y pasto. Sus vestidos están diseñados para cubrir el resto del cuerpo, con excepción de la cara, manos y pies, ellos usan túnicas ligeras que permiten la circulación del aire y un movimiento más confortable, por causa del intenso calor desértico.
El “Código del desierto” por el cual se rigen los pueblos nómadas, abarca dos normas fundamentales: la “hospitalidad” y la “venganza”, aunque de igual modo practican básicamente la “obediencia” y la “generosidad”.
La “Ley de la hospitalidad”
Comparto este antiguo ejemplo que la Biblia relata. Cuando los israelitas eran pastores “seminómadas”, con abundancia de ganado. Ellos vivían en tiendas hechas con pieles de animales.
En la antigüedad, los orientales creían que la persona que llegaba a su casa era enviada por Dios. Por esta razón la hospitalidad se transforma en una obligación sagrada.
La historia bíblica nos cuenta acerca de Abraham, cuando él hospedó a tres varones. Se dice que “corrió a su encuentro”; luego fue de prisa a ordenarle a Sara que hiciera los panes y enseguida “corrió al rebaño” y tomó un becerro y se dio prisa a prepararlo. Realmente Abraham tuvo un gran convivio con sus invitados. Esta clase de hospitalidad es cálida y hecha de todo corazón y con mucho amor. A través de la biblia podemos ver ejemplos de cómo ellos dieron alojamiento a personas que llegaron a sus hogares.
La “Ley de la venganza”
Ésta se fundamenta en el principio de compañerismo y el sentimiento de unidad, basados en metas e intereses en común. El honor o la deshonra de cada miembro afecta a todo el grupo. Esta ley protege especialmente a los miembros más débiles, incluyendo a los huérfanos y las viudas.
En el Antiguo Testamento donde la historia habla de los hijos del patriarca Jacob, ellos fueron quienes se vengaron del Príncipe de Siquem, quien deshonró a Dina, hija de Jacob y Lea. En otro incidente, la Biblia habla de que Joab asesinó a Abner para vengar la muerte de su hermano Asael. De igual forma en el caso de Absalón, quien termina con la vida de su medio hermano Amnón, para vengar la deshonra de su hermana Tamar.
Esta ley de la venganza de la sangre, obliga a castigar a quien quiera que haga mal a un miembro de su clan. En los tiempos antiguos era la obligación del pariente más cercano de vengar la muerte de un familiar, en lugar de que el Estado ejecutara al asesino.
En la actualidad, la tribu de los Beduinos del desierto se gobierna a sí misma, de acuerdo a las antiguas costumbres y leyes.
La Palabra “Angustia”
En el idioma griego, este vocablo equivale a “caminar por un camino tan estrecho, que uno no puede salirse a ningún lado”. El diccionario lo define así: “Es el sufrimiento y preocupación intensos provocados por un peligro o una amenaza”. En otras palabras, uno se siente atrapado con ansiedad en alguna situación donde no puede hacer ningún otro movimiento.
Es por eso que David le preguntó a Dios: “¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?”. Salmo 74:10.
En la situación de Job, por ejemplo, sus “amigos” se convirtieron en sus “angustiadores”; ellos le molieron con sus palabras, quejas y críticas y por eso él –de igual modo– preguntó: “¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras?”. Job 19:2.
La realidad es que encontramos “angustiadores gratuitos” por todos lados. No les tengas miedo, pero tampoco nunca los menosprecies. Solo examina si ellos tienen la razón; de ser así, entonces reflexiona, pide perdón si es necesario y haz un cambio de actitud si corresponde.
De seguro, la vida nos garantiza que tendremos enemigos; no obstante, Dios nos afirma que ellos no reinarán sobre nosotros. Él nos ofrece su promesa, diciendo: “Jehová derrotará a tus enemigos que se levantarán contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti”. Deuteronomio 28:7.
Si los consideramos desde el punto de vista bíblico, ellos indirectamente nos asisten en varias áreas de nuestro caminar espiritual, porque “Todas las cosas nos ayudan a bien”. Romanos 8:28. El Señor utiliza a los angustiadores como “instrumentos” prácticos y permite que aparezcan en nuestra vida para moldear y forjar mejor nuestro carácter y encaminarnos a encontrar nuestro propósito. Entonces la influencia de la “angustia” nos conduce a sentarnos a la mesa divina, a recibir la bendición reservada que Él tiene para sus escogidos.
EN PRESENCIA DE MIS ANGUSTIADORES
La mesa divina es del mismo tamaño o capacidad del sufrimiento que nos da el angustiador. En ella obtenemos amor, protección, amistad, fortaleza, comunión y paz frente a la angustia y el tormento. Sentados a su mesa, Dios mismo hace callar al angustiador delante de nosotros y, por lo tanto, nuestros enemigos ya no pueden atacarnos y ni siquiera desafiarnos más.
A continuación, te explico esta leyenda tradicional del medio oriente que me llamó la atención: Hace un tiempo escuché a un pastor contar una anécdota basada en la frase citada por David. Él la narró más o menos así:
“…Desesperadamente corría un hombre en medio del calor abrumador del desierto, cubierta su cabeza con un turbante blanco, mientras los hirientes granos de arena azotaban su piel. Detrás de él venían sus angustiadores con la intención de destruirlo. A una corta distancia, en medio del gran desierto, el hombre vio una tienda de campaña y pensó que sería su única esperanza. Al llegar a la entrada de la misma, observó una mesa servida y alrededor estaba el padre con toda su familia.
Es inapropiado interrumpir la intimidad de una mesa familiar, ya que ésta es sagrada de acuerdo a la ‘Ley del desierto’. Aquel padre de familia se percató de la presencia del inesperado forastero, quien, afuera de la puerta, esperaba ansioso y angustiado la decisión que el líder familiar tomaría.
La primera opción era que, si él no levantaba la vista e ignoraba la presencia del forastero, frente a la puerta de su tienda, éste sería asesinado por sus angustiadores irremediablemente; la segunda alternativa era que el padre levantara su vista e hiciera un solo movimiento de cabeza con reverencia y aprobación, mostrándole al forastero circunstancial la bienvenida para que entrara a la tienda y se sentara a la mesa a comer.
El padre eligió lo segundo y el hombre de inmediato colocó su pie dentro de la tienda, convirtiéndose así en un invitado ‘intocable’. Con la autorización del padre, aquel varón se sentó tranquilamente a comer junto a la mesa aderezada, al igual que cualquier otro miembro de esa familia. En seguida los angustiadores se pararon frente a la puerta, pero ya no pudieron acercarse más a él. Desde el exterior de la tienda ellos contemplaron con furia y disgusto la bella escena familiar, sin poder entrar ni interrumpir siquiera aquella velada”.
Del mismo modo, en su angustia, David le suplicó a Dios: “Haz conmigo señal para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados; porque tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste”. Salmo 86:17.
“Estando ya juntos, alrededor de la mesa aderezada, el padre de familia dio inicio al acto del pacto de amistad, mojando un pedazo de pan en la miel y ofreciéndoselo al huésped, pronunciando estas palabras: ‘Ahora somos hermanos y aliados. Por medio de este acto, garantizo con cada gota de mi sangre, que mientras estés en mi territorio, ningún mal te sobrevendrá, porque por este período somos hermanos’. Así el invitado era aceptado y el padre de familia defendería a su huésped de cualquier posible enemigo durante el tiempo de su estancia”.
En el “Código del desierto” se dice que cuando el padre de familia no invita ni comparte la comida con los angustiadores de alguien a quien ellos persiguen, él está mostrando un desaire directo hacia ellos y –a su vez– les confirma su protección personal hacia su “intocable” huésped.
Esta es la súplica de liberación cuando David expresó: “Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal desean”. Salmo 70:2.
David también experimentó la garantía y la efectividad de dicha protección: “Aderezas mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores”.
Queridos amigos, esto mismo hace Dios con nuestros enemigos. Los angustiadores no pueden ni se atreven a pisar el territorio de nuestro Padre Celestial. ¡Con cuánto amor nos ama Dios! Seguro que nuestros angustiadores no prevalecerán y quedarán excluidos de nuestra comunión con Dios.
Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí es amor. Cantares 2:4. Click To Tweet
Tomado del Libro:
“El Salmo Para Zurdos, Locos y Feos”©
Autor: Celsa Rocha
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